
Estoy perdido otra vez, no puedo ver nada. Creí que eran tonterías cuando me decían que estaba enfermo, que esto me llevaría al fin de mí mismo.
No hay paredes, no hay piso, no hay nada. Ni siquiera el fondo he tocado. Sigo cayendo, estoy asustado, mi cuerpo no responde, estoy perdido, solo en ese abismo, solo y divagando.
Fue un 26 de octubre, salía de la escuela con mi todavía mochila semi-nueva; la verdad no tenía ni la más remota intención de hacer la tarea, sólo quería jugar toda la tarde X-BOX con mi tonto hermanito.
De pronto, un chiflido muy agudo me hizo voltear, jamás debí hacerlo. Bien hacen las mujeres cuando los muchachos les chiflan, hacerse las locas y pasar de largo; yo, por curioso como el gato, volteé contrariando a mi camino, desde ese día, todo mi mundo se esfumó.
Fue éxtasis total, juegos, fiesta, sexo, alcohol, cigarro, marihuana... era todo tan loco que me encantaba. Mi familia, mi escuela, mi novia, todo me valió.
Ahora no sé donde estoy, sólo sé que es un lugar mejor. No siento, estoy muerto. Mi respiración está bastante agitada ¡¡ esperen!!!, creo que, ¿siento? Sí, ¡estoy vivo! El médico ha entrado y acaba de decir que tengo mucha suerte. Mi mamá llora, mi papá también. Mis amigos se burlan y dicen que parezco gato por las siete vidas.
Un paro cardiaco no se olvida fácilmente. Mi cerebro no recibió oxigeno por algunos segundos, sin embargo, sobreviví y ahora estoy dispuesto a luchar. Es difícil hablar y expresar mi arrepentimiento, pero, quien me ve, se da cuenta de que las drogas no son un juego.