%5B1%5D.jpg)
Tenía cara de sapo; yo lo veía mientras él, sigilosamente se dirigía hacia mí… ¿En qué momento dejé de moverme? Era demasiado tarde, ya estaba ahí, junto a mi tembloroso ser; ¿quién era?, ¿por qué yo?
¿Cómo te llamas?, qué estúpido, pensé, ¿no se te habría ocurrido una pregunta mejor?- Maleva- contesté con voz quebradiza. Él soltó una carcajada mientras yo seguía inmóvil, quería correr, pero los pies no me respondían.
Ahí seguía yo, con la mirada fija a sus ojos color caje
ta quemada. –Eres muy tímida, pero muy bonita. Al fin pude moverme, pero sólo para agachar la cabeza; ¡no era posible!, yo no decidí bajar la cabeza ¿Qué me hizo?, ¿ahora, quién me dirige?
-Tienes un bigote de chocolate-. Reaccioné e inmediatamente mis manos fueron a mi boca. Esta vez rió con más fuerza. -Es broma pequeña-. Sonreí en ese momento. –Así te quería ver, ¡qué linda te ves!, eres más hermosa que una amapola. – Gracias- logré decir mientras veía sus zapatos limpios y sus manos de niña. Un guiñapo escurridizo había venido a mí, me hacía estúpidas bromas, me comparaba con una droga y yo caía ante su incesante flirteo.
Dieciocho años y ya no soy una niña, sin embargo, cuando él lo dijo, así me sentí. Como una pequeña infante que no sabe el significado de la lucha en su interior. Acercó su rostro al mío, ¿qué quería?, ¡vete!, gritaba una voz dentro mí. Al parecer no me escuchó y se acercó más, ¿con qué derecho? Mi corazón palpitaba más rápido que nunca, la sangre estaba a punto de hacer explotar mis venas. ¡Oh! Dios mío, se me esfumaba el alma, ni siquiera sabía que tenía alma. Fue entonces cuando morí, desvanecí mi ser en sus brazos, en aquél beso que no me hizo sentir nada porque ya estaba muerta. Dejé de existir para mí. Fue el día en el que comencé a vivir para él.